30 libros en 30 días. Día 5, Uno de viajes.

5.  Uno de viajes.

“La vuelta al mundo en ochenta días” de Julio Verne.

No puedo pensar en un libro de este tipo sin pensar en “La vuelta al mundo en ochenta días”. Es la novela de viajes por excelencia, producto de una época en que el planeta estaba en los rieles de la revolución industrial y la grandeza del hombre era producto de las ideas y el avance científico, un segundo renacimiento de la razón.

Fue uno de los primeros libros que leí en mi vida, producto de mi recién adquirido mercantilismo literario y por iniciativa de mi madre. Con unos 10 o 12 años era fácilmente impresionable, y leer sobre un hombre que apostó que podía recorrer el planeta en menos de tres meses sólo para demostrar que tenía la razón me volteó el cerebro. Recuerdo las descripciones de las distintas etapas del viaje, de los medios de transporte, el humor con que Verne presenta situaciones donde si algo podía salir mal iba a salir mal. No me chocaba el mundo anticuado que me presentaba, después de todo el mundo literario que empecé a vivir a esa edad se perfilaba Inglés y Victoriano casi en su totalidad, por el tema de las novelas o por ser escritas en esa época. Quizás las novelas de Verne han sufrido al ser encasilladas como literatura para jóvenes, donde se concentra la narrativa en la descripción de situaciones asombrosas y aventuras exuberantes, pero prácticamente le debe a este señor mi amor por mundos imposibles, por desafiar la lógica de la razón a pesar de ensalzarla como nuestro valor más preciado, de ver a la ciencia como aliada y compañera en la búsqueda de respuestas y soluciones.

Tiempo después me volví a encontrar con este libro en casa de una de mis abuelas. Era una adaptación en forma de novela gráfica de la película de 1953 basada en el libro (una adaptación de una adaptación de una adaptación), y donde Cantinflas hacía del personaje de Passepartout, el mayordomo de Philleas Fogg. Inmediatamente se convirtió en mi preferido, y lo releía todos los veranos y todos los diciembres, por varios años, hasta que decidí pedirlo formalmente para que formase parte de mi biblioteca personal —era eso o robármelo—. Entonces esta historia me influenció doblemente, ya que a través de ella descubrí el cómic, pasión que llevo hasta hoy. Por cierto, esta adaptación tiene unas ilustraciones hermosísimas, indudablemente influenciadas por la película que espero conseguir pronto gracias a Internet.

Una novela de un maestro de la ciencia ficción que no tiene ni una pizca de ficción. Para leer una tarde lluviosa y con un billete de avión a la mano.

30 libros en 30 días. Día 4, Uno que le gusta a todos menos a usted.

4.  Uno que le gusta a todos menos a usted.

“La divina comedia” de Dante Alighieri.

Empezar diciendo que un libro le gusta a todos me parece un poco difícil. Si “todos” son los miembros de un grupo de lectura o unos amigos que comparten gustos literarios, entonces llegar a un consenso es más factible, pero si algo es particular del mundo de las letras es que hay para todos los gustos. Pude haberme ido por opciones más fáciles, como “Twilight” o “Millenium”, que por su estatus de best sellers pueden ubicarse en esos que les gustan a “todos”, pero no los he leído, ni los leeré y no voy a juzgar a unos libros por su cubierta, ni por sus lectores.

Decidí quedarme con los clásicos, con esos libros que tienes que leer para educar tu criterio literario. Y de esos “intocables” —o de los que he leído de esos, al menos— escogí como víctima a “La divina comedia”.

Siempre he sentido una fascinación controlada por el ocultismo, por el misticismo de raíces judeo-cristianas, por historias de la Edad Media. Cuando tenía 19 años ya tenía algún tiempo oyendo Metal, y esta música, dentro de su gran cantidad de características, usa esas imágenes de ocultismo y terror literario que me gustaban —gustan— tanto. Y aunque sabía que “La divina comedia” era en esencia una historia de amor, me llamaba mucho la atención leer una descripción del infierno tan famosa y referenciada como la de Dante, así tuviera que soportar la cursilería inevitable de la historia principal, recuerden, era un imberbe.

El libro no me gustó, como ya anunció el título de esta entrada. Pasé la mayoría del tiempo embelezado en las notas de pie de página que explicaban la infinidad de personajes históricos que aparecían en cada párrafo de la historia. Además su estructura en verso me desconcertaba, no soy fanático de la poesía y mi predisposición anti-rimas —salvo en canciones— no ayudaba mucho. Si bien las imágenes que encontré en el libro me parecen dignas de disección y estudio, y la travesía de un hombre que cruzó infierno, purgatorio y paraíso por amor, me pareció loable y hermosa, no encontré en esas páginas un mundo al que me pudiese relacionar como lector. Dante no pudo tirar anclas en mi cerebro, quizás por mi edad, quizás mi interés no estaba enraizado en las razones correctas, el punto es que al leer la última palabra del libro no sentí lo que tantos libros que vendrán en esta lista me regalaron y me regalan constantemente.

Para leer con mucha paciencia, preferiblemente ilustrado y sin prejuicios sobre el verso o lo anticuado. Y si les gusta, no piensen menos de mí, tenía 19 años.

30 libros en 30 días. Día 3, Uno que sea un placer culposo.

3. Uno que sea un placer culposo.

“Ángeles y demonios” de Dan Brown

El criterio que uso para acercarme a ciertos libros muchas veces es cinematográfico. Hay libros que distraen y entretienen, otros que hacen reír, algunos para reflexionar, muchos que leemos porque tenemos que leerlos, en fin, un poco como las películas. Un domingo a las 5:00 PM con una resaca de un par de cojones no quieres ver una película de Lars Von Trier, quieres ver una con Jim Carrey o la última de Michael Bay, quieres guardar el cerebro en una cajita por un par de horas y simplemente existir, comer cotufas y tomar cocacola. Y a veces se necesitan libros para anestesiar el cerebro, y dejarse llevar por páginas que pareciera tuviesen pega en las esquinas y no puedes soltar.

“Ángeles y demonios” fue uno de esos libros. La parte de placer culposo viene cuando disfrutas mucho un libro que va en contra de tus ideales literarios. Cuando el éxito de la historia importa mucho más que las palabras usadas para contarla, cuando crearte adicción por el siguiente capitulo es la única razón de ser del capítulo que ya te leíste, cuando le practicas eutanasia a tu imaginación porque el autor te lo pide desde la primera línea al darte todo masticado, un bolo alimenticio de intrigas y lugares comunes. Pero todo esto no es malo, al menos no es una crítica desde mi punto de vista, a veces eso es justo lo que necesitamos, abstraernos de la realidad e inventarnos una película. Mi película favorita es “Las Invasiones Bárbaras” pero también he visto “¿Dónde está el policía, parte 33 y ¾” al menos quince veces, sólo que no lo voy a estar publicando por ahí, o sí.

Para leer en fin de semana y con un kilo de cotufas a la mano.

30 libros en 30 días: Día 2, Uno que se haya demorado mucho en leer

2. Uno que se haya demorado mucho en leer.

“The Wind-Up Bird Chronicle”de Haruki Murakami.

En esta novela Murakami toma la vida gris de un hombre gris y la voltea de cabeza a partir de un hecho aparentemente tonto, la desaparición de un gato. Por dedicarse a la búsqueda del felino, el protagonista Toru Okada es enfrentado a una serie de situaciones psicodélicas —por falta de un mejor término—, en todos los aspectos de su vida. El autor se pasea por temas tan dispares como la crítica a la cultura de “trabajar en vez de vivir” japonesa, la desconexión social-sentimental de los jóvenes, historias de guerra y tortura, espiritismo sexual, experiencias psicotrópicas y los altos y bajos de una relación de pareja, la mediocridad y el miedo a ser mediocre. Y esa abundancia de temas se traduce inevitablemente en una trama compleja, de leer con pausa y mesura para no perder pistas y detalles, con giros de página inesperados pero adictivos, y una historia que en cada capítulo reta nuestra cordura y la de los que nos rodea. Pero no deja de ser una excelente historia, con un lenguaje parco pero certero, con interminables referencias musicales, con hermosas imágenes surrealistas. Un retrato fiel —aunque muy japonés— del mundo en que vivimos, en fin, un libro que hay que leer.

Entonces se preguntarán: ¿por qué me demoré tanto en leerlo? Al menos como para escogerlo en éste ítem de la lista. La respuesta más fácil: porque estaba deprimido. La respuesta más difícil: que el pobre libro no tuvo la culpa de toparse conmigo en una etapa de cambios drásticos y noches en vela. Trabajos finales del máster, desalojo premeditado de mi casa por deserción de mi compañero de piso, vacaciones involuntarias a Barcelona y un colchón inflable, vivir de okupa en la sala de un piso de unos amigos de Valencia por dos meses, para luego volver a Barna con un tímido proyecto de vida en una ciudad que le estaba dando la bienvenida a un invierno que me jodió la existencia desde el primer día y por cuatro meses más. Y el libro en esas cambiantes mesas de noche —y a veces suelos de noche— fue “The Wind-Up Bird Chronicle”. Con su tono a veces pesimista y patético, con su gran tamaño y letra pequeña, con sus 607 páginas en inglés y mi mente alejada de mis ojos años luz por todo lo que me pasaba, con un verano infernal y luego un invierno maldito, y con una lista que puedo seguir alimentando de cosas que no ayudaron mucho a que me tomase casi cinco meses pasearme por esas 607 páginas.

Para leer en momentos de estabilidad emocional y laboral, o al menos habitacional.

30 libros en 30 días: Día 1

Me tomo la libertad de usar ideas prestadas y convertirme en pseudo-crítico literario. Durante las vacaciones involuntarias que recientemente llegaron a su fin me topé con la iniciativa de los “30 libros en 30 días” gracias a varios blogs que visito. Así que hoy le doy inicio a mi versión de este ejercicio, como calistenia de letras, como ejercicio crítico y porque me parece que no necesito excusa para escribir de libros, después de todo escribo por ellos. Además, ya que soy fanático de hacer listas voy a aburrirlos con la lista de un fanático.

1. Uno que leyó de una sentada.

“La ninfa inconstante” de Guillermo Cabrera Infante.

Siempre he creído que los libros que llegan a tus manos de manera caprichosa tienen una especie de poder especial, ya sea porque nos sorprenden hasta lo indecible, con todo lo bueno que eso implica, o nos decepcionan por el tiempo que nos hicieron perder. En este caso la sorpresa fue de las buenas.

El libro lo compré como encargo de mi padre. A pesar de contar con dos libros de este señor cubano entre mis favoritos realmente no sabía de la existencia de esta novela corta hasta que recibí el pedido de mi papá. Casualmente había releído hace poco una recopilación de cuentos de Cabrera Infante, y hasta conseguí una entrevista en YouTube que le hicieron en Televisión Española hace más de treinta años, y por algún designio de simetría cósmica mi papá decide en esos días que ese es el libro que quiere que me acompañe en mi vuelo trasatlántico a casa.

Lo empecé a leer por curioso, y como la curiosidad mató al gato —y sin piedad—, no lo pude soltar sino hasta el día siguiente, con mi curiosidad muerta por haber terminado el libro y yo casi sin vida por la sobredosis de cafeína que requirió el esfuerzo. La historia gira en torno a un amor de verano, y fuera del matrimonio, que tuvo el escritor con una mujer hacia el final de la dictadura de Batista en Cuba. Pero el mérito del libro no está en una historia adictiva y llena de cliffhangers a cada vuelta de página, sino en el dominio absoluto del lenguaje a manos de Cabrera Infante. Cada párrafo está adornado con juegos de palabras imposibles, retruécanos, aliteraciones y las máximas de vida de un hombre entregado en cuerpo y alma al amor, al cine y al bolero. Cada página nos muestra una mirada intimista a la mente de un hombre que cree haber encontrado el amor en una parada de autobús, con una narrativa de tren de pensamiento descarrilado por una obsesión con la figura femenina y las femeninas formas literarias.

Más tratado de estilo literario que novela, pero una lectura sabrosa para los amantes del lenguaje.

«Hay preguntas que suenan a bolero, lo cual no es grave. Lo grave es cuando las respuestas también suenan a bolero.»

Guillermo Cabrera Infante.