4. Uno que le gusta a todos menos a usted.
Empezar diciendo que un libro le gusta a todos me parece un poco difícil. Si “todos” son los miembros de un grupo de lectura o unos amigos que comparten gustos literarios, entonces llegar a un consenso es más factible, pero si algo es particular del mundo de las letras es que hay para todos los gustos. Pude haberme ido por opciones más fáciles, como “Twilight” o “Millenium”, que por su estatus de best sellers pueden ubicarse en esos que les gustan a “todos”, pero no los he leído, ni los leeré y no voy a juzgar a unos libros por su cubierta, ni por sus lectores.
Decidí quedarme con los clásicos, con esos libros que tienes que leer para educar tu criterio literario. Y de esos “intocables” —o de los que he leído de esos, al menos— escogí como víctima a “La divina comedia”.
Siempre he sentido una fascinación controlada por el ocultismo, por el misticismo de raíces judeo-cristianas, por historias de la Edad Media. Cuando tenía 19 años ya tenía algún tiempo oyendo Metal, y esta música, dentro de su gran cantidad de características, usa esas imágenes de ocultismo y terror literario que me gustaban —gustan— tanto. Y aunque sabía que “La divina comedia” era en esencia una historia de amor, me llamaba mucho la atención leer una descripción del infierno tan famosa y referenciada como la de Dante, así tuviera que soportar la cursilería inevitable de la historia principal, recuerden, era un imberbe.
El libro no me gustó, como ya anunció el título de esta entrada. Pasé la mayoría del tiempo embelezado en las notas de pie de página que explicaban la infinidad de personajes históricos que aparecían en cada párrafo de la historia. Además su estructura en verso me desconcertaba, no soy fanático de la poesía y mi predisposición anti-rimas —salvo en canciones— no ayudaba mucho. Si bien las imágenes que encontré en el libro me parecen dignas de disección y estudio, y la travesía de un hombre que cruzó infierno, purgatorio y paraíso por amor, me pareció loable y hermosa, no encontré en esas páginas un mundo al que me pudiese relacionar como lector. Dante no pudo tirar anclas en mi cerebro, quizás por mi edad, quizás mi interés no estaba enraizado en las razones correctas, el punto es que al leer la última palabra del libro no sentí lo que tantos libros que vendrán en esta lista me regalaron y me regalan constantemente.
Para leer con mucha paciencia, preferiblemente ilustrado y sin prejuicios sobre el verso o lo anticuado. Y si les gusta, no piensen menos de mí, tenía 19 años.