Mi móvil se ha convertido en una máquina del tiempo. Específicamente la bandeja de entrada de Hotmail. Bastó una actualización del sistema operativo para que el aparato empezara a mostrar dotes de clarividencia retrógrada. Me están llegando hoy emails que leí hace tres años, emails de personas muy específicas, emails que me hablan de la incertidumbre que vivía en esas fechas. Esta combinación de ceros, unos y bytes de información es lo más cerca que he estado de sentirme un personaje de Kafka, leyendo su correspondencia acumulada, en el diván mal iluminado de una habitación de alquiler. Para revivir epistolarmente un fracaso sentimental, un plan de viaje que poco a poco se fue quedando en el papel —o en la pantalla, mejor dicho—, o el miedo latente de una posible mudanza a una ciudad nueva.
Parece obra de una simetría cósmica que mi móvil me muestre palabras de tiempos de encrucijadas precisamente cuando mi camino empieza a dividirse como un fractal. Como si estos emails fuesen parábolas de mi propia cosecha, o la cápsula del tiempo que hubiese querido enterrar de niño para luego recuperar de adulto y poder ejercer mi derecho a la nostalgia con algún juguete querido o un dibujo inocente.
La excusa está servida en bandeja de plata para acercarme a los nombres que han ido apareciendo en mi inbox rebelde al tiempo, para pensar en aquellos en los que la separación fue definitiva, para perderme en el saludo cariñoso de un fallecido, para cuestionarme decisiones cuyas consecuencias todavía vivo y veo como cada una de esas líneas era la crónica de una muerte anunciada. Y estos tres años se me antojan más años luz que terrestres, porque he cambiado hasta mi corte de pelo, y viniendo de alguien cuyas decisiones capilares son tan conservadoras es decir mucho.
De lo único que no me cabe duda, y que gracias a esta anomalía temporal informática simplemente es más evidente, es que tengo asuntos pendientes, tareas inconclusas, promesas rotas, sueños diferidos y miedos en espera, y que todos mis arrepentimientos tienen nombre de mujer.
Una canción de esos días que mi Hotmail insiste tanto en recordarme:
Siempre es un placer leerte.Un día me pasó algo parecido, pero con esos emails pendientes que no se envían por un momento mínimo de consciencia y que luego, años después, por un segundo me pregunté ¿Qué hubiese pasado si…? Ya he dejado de preguntarme esas cosas y he comenzado a decir: vive y deja que las cosas que pasen te preparen para mayores decepciones o para amar mejor (en todos los sentidos) Te mando un abrazo, un beso y un café a distancia. Lau.