Mercenario de las letras.

Presento aquí mi primer encargo literario. Unos muy queridos amigos me pidieron un texto para presentar y acompañar el lanzamiento de una editora de muebles de su autoría. Querían algo fantastico y corto, diferente y que preferiblemente le robara una sonrisa a los que tuvieran la paciencia de leer el texto que los recibía a la entrada del showroom. Espero les guste y además que produzca las sonrisas que me encargaron:

Hoy me encargaron hablar de hombres que vivieron en un tiempo donde el papel existía y un ordenador de pantalla táctil todavía maravillaba a los mortales. Hombres que dejaron un legado que hoy es celebrado como efemérides y alguna que otra edición especial monetaria. Pero no hablaré de ellos como personas, de eso todos los aquí presentes sabemos algo. Hablaré del misterio que rodea, hasta hoy en día, a sus procesos creativos, sus métodos, sus innovaciones.

Ellos buscaron por mucho tiempo la inspiración que poco a poco se les había perdido en las tribulaciones inevitables del hombre común: en entregas de diseño de la carrera, en concursos de prestigio y en otros de no tanto prestigio, en encargos fallidos, en conversaciones con los colegas, en servilletas mojadas de bar y sudor, en cuadernos de la infancia, en viajes con la familia y los amigos, en museos. Pero los métodos ortodoxos se le quedan cortos a cualquiera con el tiempo y no queda más remedio que pensar fuera de la caja, de la casa, fuera del cuerpo incluso. Y en esto Omelette jugaba en una liga aparte.

Unos dicen que los muebles les caían del cielo en forma de una lluvia de estrellas prófugas de un planeta con tendencias de diseño vanguardistas, otros sostienen que en sus viajes encontraron un manantial del que fluían componentes e instrucciones para armar muebles extraños. Algunos se entretienen con la idea de que lograron modificar genéticamente a una legión de aves que ponían mobiliario en vez de huevos —y considerando el nombre que los dio a conocer pareciera ser la respuesta más obvia—; otros sin embargo defienden que construyeron en secreto una máquina del tiempo para conferenciar con sus mejores versiones —pasadas y futuras— y llenarse de ideas de productos para tiempos aún por venir. Unos pocos proclaman que sus creaciones simplemente fueron producto del trabajo arduo y constante. Yo no creo que fuese tan fácil, tan humano, tan normal. Yo estoy convencido —como la evidencia histórica señala— de que eran exploradores, y que todas las conjeturas aquí expuestas fueron, o son, verdad —junto con otras ideas menos descabelladas—. Yo estoy —insisto— convencido, y por eso he dedicado mi vida al estudio de su obra, de que al fin y al cabo, Omelette fueron hombres del mañana, ayer. Y cuando encuentre su máquina del tiempo, o tenga dinero suficiente para comprarme la mía —hoy en día están exorbitantemente costosas—, se los preguntaré en persona.

Prof. Juan Crisóstomo Benavides.

Director de la Cátedra de Historia del Mobiliario del Siglo XXI.

Facultad de Historia Antigua.

Universidad de Eurasia del Norte.

Desde un futuro no muy lejano o un pasado no tan distante, depende como lo vean.

Un comentario en “Mercenario de las letras.

  1. Te leo y sonrío, ante el texto y ante la foto del texto. Sensación de sensaciones ¿Qué sientes al verlo así? No podían haber encargado el texto a alguien mejor. Sonrío ante el nombre del profesor y también ante tu crecimiento como escritor. Tu estilo más depurado y más limpio, pero tuyo.Un beso.

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