Sé que me miran con el morbo de saber que escondo bajo estas telas negras. No los culpo, yo también he pecado; he pecado de querer defender lo indefendible con los casos absurdos que se me atraviesan como defensora pública; hasta podría escribir un tocho de proporciones bíblicas detallándolos. El cliente de turno es una pobre alma enajenada de la realidad, está convencido de ser el espectro de Robin Hood, enfrenta de tres a cinco años por intento de robo a un diputado, o como él dice, por tratar de impedir una futura malversación de fondos del tesoro público. Hoy fue la primera audiencia; las cosas no pintan bien, el juez me dijo que si volvía a la sala con mi hábito de monja en vez de la toga reglamentaria me pondría una multa por desacato. Creo que estar casada con Dios no es asunto de esta jurisdicción.
yuuuupppiiiii el cuento de la monja Abogada… (que no es mi caso obvio), quiero leerlo compleeetoooo…. Un beso Oswil