El Rito

He vuelto a mi santuario después de meses de dar tumbos por sofás y colchones prestados como un judío errante. ¡Pero esta oferta viene por tiempo limitado!, ¡si llama ahora se dará cuenta que sigue sin casa, con una tesis apenas empezada –otra vez– y más diligencias pendientes que el cipote!, a pesar de todo esto mi futuro está mejor perfilado, ya puedo señalar en Google Maps la ciudad que me va a dar casa por los próximos meses.

“¡De Valencia pa’ Barcelona! Aunque mal pague…” podría escribir con Griffin blanco en el parabrisas posterior de mi carro, si lo tuviese aquí, y que ya no es mío, lo heredé en vida a mi hermano, aunque tampoco lo pagué yo, pero me estoy desviando mucho del tema que debería presentar aquí, hoy.

Lo de santuario se refería a un pequeño café del que soy asiduo, el UBIK Café. Existe camuflado entre las fachadas residenciales del viejo barrio valenciano de Ruzafa o Russafa –si te sientes old school–, que fue alguna vez un pueblito autónomo que en menos de cincuenta años se vio absorbido y asimilado por una ciudad que aunque con historia desde tiempos de Roma todavía es joven, así tenga su propio circuito de Formula 1.

Su descubrimiento vino por recomendación de un amigo de la zona, cuando la naciente confianza en nuestras conversaciones le informó que me gustaba escribir y que por lo tanto entre libros me la paso de lo lindo. Es un bar/café/librería, de ambiente bohemio y familiar, música en vivo, ocasionalmente, y atendido por sus propios dueños. Aquí pasaba al menos tres tardes a la semana, todas las semanas desde que lo conocí. Digo “pasaba” porque es hoy que vuelvo después de un mes en el que estuvo cerrado por vacaciones, y yo de trotamundos. Digo “aquí” porque estas palabras están siendo escritas en éste lugar, a mano, con un porta minas Paper-Mate 0.7 sobre una libreta Moleskine de formato mediano, cuero negro y liguita, para luego ser transcritas en Word, con tipografía Helvetica número 12, justificada y a doble espacio.

Ya los meseros me conocen, ya no se extrañan por verme solo y escribiendo jorobado sobre el mobiliario ecléctico que equipa al lugar para el intercambio social, ya he probado todas las sillas y mesas. Aquí estoy siempre rodeado de libros; muchos nuevos, muchos viejos, unos con más historia personal que la que cuentan, otros esperando ansiosos hacerse una propia, ordenados por tema, precio y cantidad de manos por las que han pasado. Hoy retomo la costumbre.

Aprendí en un curso de literatura que a veces para escribir hay que crearse, aparte del hábito, un rito. Por ensayo, error y paciencia le fui dando forma al mío; empezó en éste lugar. Quizás por tenerlo cerca de la oficina en la que ocasionalmente trabajaba ad honoren, quizás por salir de trabajar y no querer volver a la casa para caer en la rutina invariable de la entrega o el examen pendiente, definitivamente porque me gustaba el sitio y no me incomodaba estar sólo con una cerveza observando a la gente, o mientras esperaba a algún amigo o amiga con tiempo libre para conversar. Fue cuestión de poco tiempo darme cuenta que aprovechar el tiempo escribiendo no me vendría del todo mal.

El rito consta de una taza de café, preferiblemente un marrón fuerte, cigarros suficientes, con 4 ó 5 basta, el papel y lápiz anteriormente descritos, el Ipod con carga para tres horas continuas como mínimo –ahora que está moribundo me tengo que sentar sobre él para que suenen los dos auriculares, no me pregunten porqué, pero funciona–, un playlist de Death Metal Técnico y/o Progresivo, Deathcore o simplemente Metal Progresivo; necesito música complicada, muy rápida, disonante y agresiva para concentrarme, así logro crear patrones de trabajo mecánico y rítmico, pareciera la descripción de uso de alguna máquina en una línea de producción industrial, pero me ayuda a llegar a mi confort zone. Se preguntarán algunos algo y la respuesta es sí, el último post lo escribí oyendo esa música, y no, no afecta el tema ni el lirismo el hecho de oír gritos guturales y guitarras como metralletas.

La última parte del rito involucra todas las birras que sean necesarias durante el tiempo de permanencia y escritura, si el local de turno no sirve alcohol cambio la birra por otro café, sin embargo el tiempo efectivo se verá disminuido considerablemente. El rito me obliga a sentarme, pensar y soltar la mano, no me da ideas, esas las busco caminando en la calle, además es de fácil adaptación a cualquier espacio físico, salvo mi casa, allí sólo puedo transcribir, revisar, arreglar y completar, casi nunca empezar desde cero.

Todos los grandes tenían y tienen sus métodos y mañas, yo me inventé las mías, será un cliché después de todo, pero algo es cliché porque funciona.

Sólo me queda aprovechar éstas cuatro paredes por el mes escaso que me espera antes del éxodo definitivo a nuevas tierras. Me acabo de terminar la tercera y última birra literaria de hoy.

Salud…

3 comentarios en “El Rito

  1. Sólo te puedo decir que casi me da un infarto. Me imaginé que tus sugerencias de música no eran aptas para todo público y como no quería asustar a toda mi familia, me puse los audífonos. No sabía que el volumen estaba a todo dar en la computadora y cuando le di play al Necrofaghista,pegué un brinco al techo. Me vas a tener que explicar cómo haces para escribir como lo haces con música tan, tan… necrophagista. Necrophagia, de comer muertos. Holy mother of Freud. . .

  2. Del la primera parte del Rito, nada como la trifecta de Nicotina/Cafeina/y Eter Etílico para que la pluma empiece a gastar la tinta.De la parte musical… solo puedo decir lo mismo que dije de la cancion de shakira la primera vez que la escuche "CRACK IS WHACK" …Seriously.

  3. Cafe o Cerveza??? Cual de los dos te hace mas productivo??? No entieeendo esa musica…como te puede ayudar a escribir asi?? Pero me encanta tu Rito y vaya que vale la pena que continues haciendolo…me imagino verte alli sentado con tu moleskine y tu portaminas! acabo de agregarme como tu seguidora! Cheers!

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