Hay una historia que había querido contar desde hace un tiempo ya, una de muchas y la que en estos momentos recuerdo por razones que no vienen al caso. Algunos la han oído de primera mano, pero la falta de medios audiovisuales para transmitirla en persona ha afectado invariablemente el efecto de la misma, todavía no ando con una computadora en el bolsillo y presentaciones de PowerPoint con fondo musical para acompañar mis anécdotas. Aprovecho entonces para hacerlo aquí, no como el autor lo contó, sino como lo quiso contar.
Era el otoño del 2006 y estaba “viviendo” en Londres por unos definitivamente insuficientes dos meses, era la primera vez que cruzaba el charco, la primera vez que viajaba solo en avión, la primera vez en otro país sin mi familia, muchas primeras veces juntas. Mi experiencia europea continuaba ahora con París, a la que llegaría después abordar un tren, otra primera vez.
Ya tenía la estadía planeada, el sofá donde dormiría y el tiempo contado en la ciudad de la luz, unas 140 horas siendo exacto y dramático, para hacer todo lo que un “buen turista” debía hacer. Digo eso porque hay flotando por ahí un código tácito del viajero sobre las cosas que uno debe y no debe hacer en una ciudad, y si no las cumples a rajatabla que Dios te libre por hereje, «¿Cómo no fuiste a ver la catedral “tal” y el museo “cual”, o la casa de “fulano”? En verdad te pasaste, ¡Es como si no hubieses ido!». Realmente ese compendio interminable de historia e información no necesariamente me interesa y además, nunca hay tiempo de ver todo.
En el caso de París una de las paradas obligadas es el Museo de Louvre, y por ende la Mona Lisa o La Gioconda, escojan ustedes el nombre que más les guste, yo me quedo con Mona.
Debo confesar de antemano que la sobredosis museística que tuve en Londres no pintaba muy bien eso de pasarme horas caminando por un museo que se dice toma meses en ver completo, además después de mucho pensar al respecto me he dado cuenta de que el arte no me quita el sueño, prefiero un concierto de cualquier cosa, por eso decidí limitar mi visita a unas cuantas pinturas que conocía de reputación y fotografía, incluido por supuesto el antes mencionado cuadro, protagonista de nuestra historia.
Entro al bendito museo con un objetivo fijo, ver el famoso cuadro de Da Vinci de primero, matar la culebra por la cabeza y disfrutar sin presiones del resto. Acompañado por supuesto de mi Ipod, compañero inseparable de viajes y caminatas sin rumbo, siempre puesto en shuffle (aleatorio), confiando en que lo que él escoja siempre será lo más apropiado para el momento, el aparato me adivina el estado de ánimo, y certero determina el soundtrack de mi vida. Caminando y esquivando rebaños enteros de gente empiezo a inventarme la experiencia de ver a la Mona Lisa en persona, ¿será tan pequeña como dicen?, ¿los ojos de la mujer realmente te siguen si te mueves?, ¿realmente podré apreciar el cuadro desde lejos y con un millón de manos japonesas tomando fotos atravesadas?. Enseguida la incertidumbre de la pronta experiencia se convirtió en un análisis de la cara de la mujer retratada mientras llegaba a sus aposentos.
Para los que necesitan refrescar la memoria aquí la tienen:
Decidí en ese momento que ésta señora nos muestra aquí una cara de placer. Un placer que experimentó o está por experimentar. Un placer de cualquier tipo; gastronómico, literario, lúdico, el que ustedes quieran, sin embargo durante mi caminata lo decreté como placer sexual. Me lo dice la mirada expectante, la sonrisa a medio camino, el cuello desnudo con suave luz, la mano tersa que se muestra completa e impune pero inmóvil, porque una señorita no propone, ella dispone.
Llegué por fin al salón que sirve de hogar a la dama en cuestión, por supuesto inundado de personas, por supuesto inalcanzable, por supuesto protegida por un vidrio de diez centímetros de espesor. Sigo aislado del mundo con mi música y me planto frente al cuadro, aventajado en altura sobre los turistas japoneses que ya tomaban sus fotos extasiados, la canción en curso termina y acto seguido comienza la siguiente:
“Let’s get it on” de Marvin Gaye, una sensual joya musical de los años 70, uno de los estandartes de Motown, el himno del slow jams, la canción más usada en la historia del cine norteamericano para expresar insinuación sexual, y que estaba en mi Ipod porque a pesar de que prefiero oír Death Metal casi todo el tiempo, también tengo mis guilty pleassures.
Una sonrisa cómplice no tardó en escaparse de mí, los japoneses desaparecieron, la iluminación era ahora de velas y me encontré bailando con Mona suavemente al ritmo de la voz de Marvin. Siempre con su sonrisa tímida, sus ojos siguiéndome por la sala y su mano sobre la mía; hasta podía sentir la seda de sus vestiduras, la seda que pronto apartaría de mi camino porque este baile era sólo el preámbulo de la comunión.
Pero la siguiente canción me estrelló con la realidad, dejándome ligeramente avergonzado por lo que había vivido, así fuese producto de mi imaginación. Cuatro minutos y medio absolutamente cinematográficos y perfectamente orquestrados. Cuatro minutos y medio que hicieron que las cinco horas de mi vida transcurridas en el Louvre hayan valido la pena.
Ahora no puedo dejar de ver en la cara de Mona unas mejillas ruborizadas por nuestro pequeño e indiscreto encuentro…
yo siempre cargo mi ipod en shuffle, mas aun viajando y viendo museos "impelables", no conozco el Luvre en particular pero si se lo que es que una cancion "guilty pleasure" te sorprenda justo en el momento indicado, el ipod conoce tu estado de animo… apple es lo maximo…buena historia!
Repetez avec moi: "Madame Mona Lisa, voulez vous coucher avec moi?"… Insisto, el pan se inventó en Francia y tú, mon cher, acabas de traerle el pan a ETNA, o mejor dicho, "un bocadillo".Voilà! By the way la "verificación de la palabra" para comentar es "PECAUD"… Si lo pronuncias al francés es "pecó". How's that for shuffle?
mmm…acabas de leer con la canción insinuante…jaj..:-)&
Gerontofílico, no diré más.¿A que no esperabas verme por acá? Cosas de Súper-Flanders y mías. Seguidme, you sexy chubs, la catarsis habrá de hacerse ahora por éste medio. Más positivoide, lo que más que un corte, es una mutilación de la nota. El tumblr terminó por extraerme la hipotética paciencia pétrea, pero sigo siendo Rivkah.Llámame Rivkah, you seisipapi. Guasipati, tomorrow night.- silence –
Me has recordado entre otras cosas, mi único viaje a Paris y las cuatro horas en el Louvre. Sí, la Mona Lisa está rodeada de japoneses que no te dejan acercarte a ella. Sí, es pequeña. Sí, has de verla aprovechando la diferencia de alturas con los entusiasmados japoneses. Recuerdo mis sensaciones: entre incrédula y asombrada de estar allí. No, no tenía la mejor compañía. Hubiera preferido estar sola o como tú, acompañada solo de música y cientos de desconocidos. No sé bien que piensa Mona o en que pensaba el autor cuando estaba pintando, pero si tiene (para mí más en su mirada que en su sonrisa) ese toque de picardía, de provocación sutil que puede llevar a un hombre a esas ensoñaciones.Un abrazo, Saul. A ver si nos tomamos algo antes de que partas por esos mundos.
jajajaja que risa..que vaina tan buena me hiciste reir e imaginarme muchas cosas jajaja te felicito como escritor,me transportaste hasta paris y hasta me hiciste @#$ a la mona hahaha y en cuento de mas arriba me hiciste dar diabetes me imagino que eso refleja lo bien que escribes…te felicito y te amo rowdy!