Una silueta que se dibuja a lo lejos es tanto y tan poco a la vez. Es un misterio monocromático y de bordes desdibujados que ocupa todos los espacios y ninguno. Una paradoja, como el gatico de Shrödinger, esperando a decidir qué es para mí, que la veo al final de un pasillo iluminado a contraluz. Hasta su género se esconde con destreza en la incertidumbre de la lejanía y la falta de fotones.
Puede ser un joven leyendo un libro, un señor mayor tratando de descifrar el uso de móvil nuevo, una chica jugando la última tontería de moda en internet, un adolescente esperando una llamada que sabe no va a recibir, una mujer revisando las notas de la clase anterior durante el receso. En esa forma se encierran miles de historias y al acercarme siento que el conocimiento me está robando mundos posibles, finales felices, premios deseados y merecidos, sufrimientos ajenos, risas pasajeras y amores eternos. Me roba los míos y los de ese chico, tal vez señor, quizás mujer, a veces niña.
Me sigo acercando y la silueta empieza a formar parte de este mundo, de este pasillo vacío y muy mal iluminado para las actividades que aquí se llevan a cabo, pero preciosamente dispuesto para una fotografía dramática. Ahora no caben dudas de género, de posición, de distancia. Deja de ser menos posibilidad para ser más “aquí y ahora”, y si no es “ahora” es “dentro unos segundos”. Porque rodeada de luz cualquier historia es hermosa y merece ser contada, así comience con una espera aburrida en algún banco, al final de una pasillo universitario, con la espalda inclinada hacia delante, en posición de salida inminente, de lectura, de reflexión pasajera. Ahora la silueta empieza a contar su propia historia con cada segundo que me acerca a ella. Y hablo de ella cuando quiero decir él, porque la silueta es un él, pero su silueta es ella, siempre será ella. El lenguaje y sus romanticismos.
Paso de largo frente al artista de luz que por estar frente a una ventana me regaló un camino de historias sin saberlo. Él, haciendo algo menos interesante de lo que ella —su silueta— me sugería en la distancia. Yo feliz con lo que logré sacar de este paseo anodino. Ahora veo buen futuro en escarbar historias dentro de la oscuridad con un tímido rayo de luz bien ubicado. Tendré que andar con una linterna de ahora en adelante para no depender del azar para dibujar mis siluetas.
Te queda bonito lo de escritor, artista, hombre que prefiere pisar la grama antes de encorbatarse haciendo de abogado, besos miles, Saúl.